39 LOS HUES ESPED

—Lo siento Daniel, en verdad te amo, pero prefiero no seguir con esto si pretendes que este sea nuestro hogar. Desde que nos mudamos he tenido horribles pesadillas, he visto sombras y figuras extrañas que no puedo explicar, puertas que se abren solas y objetos que aparecen y desaparecen como si tuvieran voluntad propia. Esta casa está maldita —Leer tanto sobre las muertes de todos los antiguos dueños de esta casa te ha vuelto loco, ya ni siquiera te reconozco, y si quieres irte, pues hazlo. Di todos mis ahorros y esfuerzos en conseguirnos una casa donde pudiéramos ser felices y tener una familia, pero ya no quieres poner de tu parte. Quizás sea eso, quizás necesito estar solo. —Y llévate a ese maldito gato contigo—dijo a regañadientes aquel hombre —Ese gato me lo regalaste tú, y yo no pienso llevarme nada de esta casa —Usas la casa como una excusa para dejarme, prefieres huir de todo lo que te molesta antes que enfrentar las cosas como un hombre maduro, ¡Bien!, ¡espero que me bloquees de todos lados también!. El demonio que había poseído el cuerpo del gato negro se encontraba sentado en la mesa escuchando atentamente como los dos hombres discutían su separación, este podía oler en uno de ellos el miedo hacia esta casa y en el otro un gran escepticismo hacia el mundo de lo sobrenatural. —Mi casa no está maldita, los malditos son ustedes. Ya es hora de que se vayan—dijo una espantosa voz que salía de aquel gato.

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