ANGUSTIA
Quiere dormir. Quiere dejar la mente en blanco y no pensar en nada. Pero no puede. Si duerme del lado izquierdo, tiene la sensación de estar aplastando su corazón. Se gira para el lado derecho, pero su respiración sigue sin parecer suficiente. Son las doce de la noche. Cuando siente que va a dormirse, un ahogo repentino le sobresalta impidiendo el relajo y el sueño. Le resulta imposible parar la mente. Se levanta. Pero no quiere tomar otra pastilla. Deambula por la casa. Decide tomarse otra infusión de valeriana. Se fuma un cigarrillo. Va al baño. Se da una ducha tibia. Se mira en el espejo. Se reafirma en que sus ojeras son cada vez más pronunciadas. Se reafirma una vez más en que
los años pasan sin remisión. Pero no es eso lo que más le preocupa. Vuelve a la cama. Son las dos de la madrugada. Se acuesta del lado izquierdo. Siente que sigue oprimiendo demasiado su corazón. La respiración se dificulta de nuevo. Se gira al lado derecho. Intenta dormirse. Los sobresaltos respiratorios se repiten. Son las tres de la madrugada. Imposible parar los pensamientos. Hace calor. Se destapa. Tiene frío en los pies. Vuelve a taparse. Parece que esta vez sí va a quedarse dormido. Pero no. Se gira. Vuelve a girarse. Los accesos respiratorios son cada vez más frecuentes. Se asusta. Se vuelve a levantar. Escribe. Se fuma otro cigarrillo. Son las seis de la madrugada. Regresa a la cama. Se gira. Vuelve a girarse. Aumenta la presión en el pecho. No quiere pensar. Pero piensa. Y piensa. Y piensa...
Ya son casi las siete de la mañana. Algo de luz empieza a entrar por las cortinas. Las mira. Los ojos le pesan. Al fin le vence el sueño. Ya es de día. Ya es un día más.
©Manuel Vega
Valencia, España