El jazz de la casualidad
Esta acción tuvo que haber surgido, por obvias razones, contra una poderosa suma de azares.
Claro. Cuando algo se dilata, de más, corre el riesgo de romperse. En tiritas.
Armstrong fue un universo que se anfriaba conforme se uxpandía... . .. .
A Armstrong Liberado lo mató el coronavirus desde hace muchísimos siglos.
El jazz de la casualidad está tronando los gramófonos de una ciudad mojada.
Detuvieron a Armstrong en las protestas de Minneapolis, sin orden de aprehensión.
Un puñado de cargos, un proceso.
Pero se les escapó de la forma más artera.
(Adentro de un estuche de contrabajo)
Hoy, desde la distancia, nos congratula honrar esta fuga. Para eso hemos venido: lo contrario a un réquiem. Cinco soliloquios donde Armstrong se sumerge entre los pasajes más inhóspitos del bebop, en un ejercicio tardío de inmadurez que felizmente prescinde de eso que denominamos ruido. Moneda de cinco centavos que se quedó girando en el aire, pero suspendida, limando sus bordes en cada giro. Cinco tristes tigres tragando trigo en un trigal. Cinco debralles verborreicos protoplasmáticos sin propósito alguno. Cinco golpes en la puerta.
Porque yerba mala, nunca muere.
Somos Armstrong Liberadx.
Parodiando la salmodia del formol.
Í N D I C E
El jazz de la casualidad (R) | 03:26
El jazz de la casualidad (S) | 06:05
El jazz de la casualidad (NX) | 05:49
El jazz de la casualidad (F) | 01:26, 00:40, 01:01, 00:44, 01:21, 01:04
El jazz de la casualidad (A7) | 720x720 px
CDMX-VII-2020
En este disco participaron (por orden de desaparición forzada):
RIZOMARX | SÍSIFO | NEURAL XÓLOTL | FORASTERO | ALTAIR DE LA SÉPTIMA ESTRELLA
Vincent E. Williams, conocido por su nombre artístico DJ Spinna,
es un productor estadounidense de hip hop y deep house de Brooklyn.
La salud de Parker se vio afectada por las drogas. Adicto a la heroina casi desde su adolescencia, muchos músicos le imitaron en esto con la convicción de que así podrían elevar su calidad musical.
massakro es una banda de TJ, por el santero, mackoy miku, cse, y sadennya
El tirador era uno a quien Lamont Coleman había conocido desde que era
un niño. Nueve balas en la cabeza y en el pecho acabaron con la vida de
un hombre cuya vida de trabajo estaba a días de ser premiado. Gerard
Woodley de Brooklyn, un hombre que una vez que se sentó junto a los
hermanos Lamont, Leroy, y Donald para comer, un hombre que fue invitado
abiertamente en la casa de Terry, disparó a L varias veces en el pecho
para asegurarse de su muerte, entonces, para asegurar que no habría
funeral con el ataúd abierto, le disparó en la cara. La naturaleza
despiadada y violenta de este crimen sorprendió a los habitantes de una
ciudad en donde el asesinato es una ocurrencia común. Woodley, quien
tenía 29 años en el momento del asesinato ya había sido detenido a
principios de ese año con Donald Phinazee, y se enfrentó a cargos
federales de drogas para el tráfico de cocaína. Woodley fue detenido sin
fianza por el asesinato de Lamont Coleman, pero de acuerdo con Dan M.
Por el contrario, asistente del fiscal de distrito, que no pudo ser
arrestado porque no había pruebas suficientes, sin embargo, la
investigación no permanece abierta. Gerard Woodley no está donde debe
estar, en este momento está libre, y probablemente seguirá siendo así.
Sirvió una breve frase en la época de asesinato Lamont Coleman para un
cargo no relacionado de un cargo de distribución y posesión con
intención de distribuír cocaína