fanzine de patinetos
Cuando llegó a Pensilvania sintió una mezcla de alivio y emoción. Años
después, al recordar la experiencia, dijo: «Cuando supe que había
atravesado la frontera, miré mis manos para comprobar si seguía siendo
la misma persona. El sol con sus rayos dorados atravesaba los árboles y
caía sobre los campos y yo sentí que estaba en el Cielo»
Quien escucha los Caprichos de Paganini sufre estragos en su organismo: la piel se le pone chinita. Los ojos se quieren escapar de sus órbitas. Los oídos se conmocionan hasta pulverizar el cerumen. Reumas recorren la columna vertebral como un herpes. La lengua se traba por no dar con el adjetivo adecuado —ese adjetivo que se merecen los Caprichos.
7) Hay quien se inclina por el Capricho XIII. Hay quien lo hace por el Capricho IX. Hay quien no cambia el XXIV por ningún otro. Como sea, un Capricho sirve de epitafio. Para que aquel escucha no descanse en paz.